Ese pantalón de corte incomodo que solo resaltan lo mal hecho de
nuestro cuerpo, esos zapatos tenis de color chillante que no combinan con nada,
esa camiseta con un letrero políticamente incorrecto, o esa horrible canción
que todos odian pero que tú no puedes dejar de tararear son, sin duda alguna,
ejemplos comunes de lo que conocemos como gustos culposos.
¿Y porque puede un gusto ser culposo?
¿Y porque puede un gusto ser culposo?
Pues
porque eso, que a ti te agrada es de tan mal gusto y poco aceptado te haría
objeto de burla o al menos de una mirada despótica de desaprobación por parte de
muchos a tu alrededor. En algunos casos incluso de tu madre.
Nosotros mismo hemos lanzado miradas con una mezcla de compasión, asco y desaprobación, cuando
en algún momento alguien nos dio sus motivos para tener un Pontiac Aztek… ¡Un Aztek!
Y
lanzamos las mismas miradas viperinas a quien en la luz roja se para junto
mientras espera que la luz roja del semáforo cambie a verde mientras maneja un Toyota Prius… ¡Un Prius!
El chiste del gusto culposo de alguien que tiene un Aztek o un Prius se cuenta solo.
¿Pero es un gusto culposo automotriz una condición exclusiva de
alguien que solo usa su auto para ir del punto A al punto B? No. Y para
demostrarlo, hoy les confesaremos nuestro propio gusto culposo.
Hemos trabajado más de 35 años en la industria automotriz y hay
carros que no nos gustan y carros que admiramos por su diseño, prestaciones,
desempeño o rentabilidad. Pero tenemos que confesarles algo que nos atormenta
desde hace muchos años:
¡Sentimos una extraña fascinación por el Alfa Romeo SZ… Y sí, nos hace sentir culpables.
Entremos
en detalles; Alfa-Romeo es una de
esas marcas eclécticas. Lo amas o lo odias. No hay medias tintas. Sus
propietarios sienten un amor incondicional por sus autos. Ellos, los conciben
como una suerte de Ferrari económicos.
Y hay que aceptar que los Alfa-Romeo
son extrañamente fascinantes y tienen un pedigrí que pocas marcas pueden presumir:
¿Cuantas marcas pueden presumir que Enzo
Ferrari fue alguna vez su piloto de carreras?
Sin embargo, su calidad de ensamblado y mecánica es muy
deficiente. Casi artesanal.
Sus autos son poco confiables, caros de mantener, y prácticamente
tienes que brindar una catedra cada que alguien te pide explicaciones de porque
tu auto es tan caro y feo.
Lo anterior ya sería suficiente para no poder justificar tu gusto
por un Alfa-Romeo. Ahora imagina un
coche ensamblado por esta marca en una de las peores épocas del diseño automotriz
de la industria: Las últimas dos décadas del siglo XX.
El auto en cuestión es el Alfa-Romeo
SZ.
Se
produjo solo unos cuantos años. De 1989 a 1993, tiempo en el cual difícilmente
alcanzo una producción de más de mil unidades. Esta cifra varía dependiendo de
la fuente, pero sirve para darte una idea de su exclusividad.
Se produjo también en configuración descapotable, pero esta
variante, por alguna extraña razón, no nos gusta.
El
SZ estuvo fuera de tiempo. Fue una
extraña mezcla entre coupe y hatchback sin ser ni una ni otra cosa y que
montaba un motor de V6 de 3 litros con potencia máxima de 210 CV unido a una
transmisión manual de 5 velocidades.
El
diseño fue responsabilidad de Alfa-Romeo
y Zagato que se han distinguido por
algunos diseños que rayan en la genialidad y otros que provocan emociones
encontradas.
Sin embargo, la participación de Zagato fue marginal, de allí que el auto carezca las claves de
diseño tradicionales del atelier italiano.
Existe la leyenda urbana de que el diseño del SZ es tan… digamos, controversial y mal logrado, debido a que fue
el primer auto de Alfa-Romeo para el
cual su utilizaron programas de diseño por computadora. Pero si tomamos en
cuenta, que hoy día, cualquier teléfono móvil de alta gama tiene más capacidad
de memoria que una supercomputadora de los 80, podemos explicar el resultado,
de hecho, extraña que el auto no haya salido “pixeleado” de la planta.
¡Vamos! La cabeza de Herman Monster, con todo y sus tornillos
expuestos en las mandíbulas y la testa plana, tenía mejor terminado que el SZ.
PORQUE NO
En el tiempo en que se fabricó el SZ, las marcas automotrices daban
rienda suelta al diseño de las lámparas frontales para definir la personalidad
de los autos. Atrás habían quedado los diseños limitados a las unidades
selladas.
El SZ no uso ninguna de las dos opciones. El ecléctico coupe monta
6 lámparas cuadradas al frente, enmarcadas burdamente por el plástico de la
fascia. Estas lámparas no tienen ninguna particularidad de diseño y más bien
parecen fog lamps de aftermarket empotradas al frente.
El
diseño de la fascia delantera es dolorosamente simple. Como si se tratara de un
diseño barato de equipamiento de tunning.
El
cofre es también poco convencional. Llega hasta al frente del auto y en el
alberga un esbozo de triangulo invertido que es algo así como el residuo
evolutivo de la tradicional parrilla de Alfa-Romeo según la estética de los
noventa.
El
terminado plástico de los paneles exteriores es mal logrado. Dependiendo de la
imagen podrás ver superficies que lucen irregulares. El ensamble de las partes
de la carrocería es tan deficiente que las separaciones no son uniformes y el plástico
de la carrocería forma extraños abultamientos donde no debería de haberlos.
Su
perfil es todo lo que no se debe hacer en el diseño automotriz. El frente luce
esbelto y elegante. A partir del poste A parece que se le ensamblo un auto
distinto. Todas sus líneas van ascendiendo sin ninguna razón justificable. Hay
una tenue línea de carácter a media altura de la puerta que sirve como base a
la manija exterior de la puerta donde sin ninguna razón aparente, se vuelve horizontal,
solo para coincidir más atrás con la parte superior de las lámparas traseras.
Ver
los reflejos de la luz en sus paneles laterales era lamentable. Sus superficies
plásticas distorsionaban las imágenes. El auto podía lucir hermoso o como un
auto de pésima calidad dependiendo del ángulo en el que se reflejara la luz en
su carrocería y requería enormes cantidades de trabajo de retoque para lucir
presentable en las imágenes comerciales.
La parte trasera carecer de esfuerzo. Una caja de cartón tiene más
trabajo de diseño. Desde atrás, el SZ luce como un cubo con ruedas.
La cintura del diseño no existe. La altura del piso a la parte
superior de la puerta y base de la venta lateral es exagerada y hace que el
auto luzca gordo.
Ni siquiera su desempeño era extraordinario. Alcanzaba los 100
km/hr en eternos 7 segundos. Nada extraordinario a pesar de que gran parte de
su mecánica provenía de modelos de competencia de Alfa-Romeo.
PORQUE SI
Hacia los costados del auto, el cofre pasa por encima de las
lámparas e integra en su cuerpo la parte superior de los salpicaderos cortando
hacia arriba en la parte final del arco de rueda delantera para retomar hacia
la base del parabrisas. De alguna extraña manera, las dimensiones del volumen
delantero es lo más elegante del auto.
Si solo ves el perfil del cofre hasta la base del parabrisas, podrías
esperar que el resto del auto fuera un sedán que fácilmente competiría con un
BMW Serie 3 contemporáneo.
¡Pero no! Por la disposición de la cabina que se trata de un hatchback
de dos puertas. Pero el pequeño Alfa es en realidad un biplaza.
Montado sobre los postes C hay un alerón trasero que corta el
cristal en dos. Único en su momento, repetido incluso en nuestros días hasta el
cansancio por otras marcas.
Las
lámparas traseras son únicas. Mientras en su época las lamparas traseras eran
empujadas a las orillas de los autos, el SZ
porta una línea de micas horizontales que cruzan la parte trasera de lado a
lado.
Visualmente
su esquema de pintura fue uno de los puntos buenos. Fue de los primeros coupes
en tomar una disposición bicolor. El toldo y postes eran siempre grises, casi
negro. Haberlo hecho de otro modo le quitaría encanto a engendro.
La carrocería solo se pintaba en rojo, plata y amarillo.
SENSACIONES ENCONTRADAS
El
poste A es horrendo desde ciertos ángulos y hermoso desde otros. Desde el
perfil aporta el soporte para el ángulo de posición del parabrisas permitiendo
su inclinación si ser un obstáculo. Pero de ¾, luce torcido, como si el coche
si hubiera volcado y los postes se hubieran deformado por el golpe.
El
tablero era lo que podías esperar de un deportivo italiano de esa época.
Indicadores redondos e individuales con una consola central que parte el
tablero en dos y está ligeramente orientado al conductor.
Volante
forrado en piel de tres radios y, evidentemente, sin airbag. Algo que, en esos
años ya se esperaba de cualquier auto de producción.
Y, SIN
EMBARGO…
Era hermoso. No era rápido, ni exótico,
ni extremadamente potente y lucia como un gordito con licras y tenis para hacer
ejercicio. Pero de alguna extraña manera lucia bello. Con el primitivo
atractivo de un carro de carreras, con paneles plásticos mal ensamblados, pero
actitud amenazante.
Producto de una de las épocas de
mayor penuria económicas de Alfa-Romeo que
a la postre le llevaría a haber estado a punto de ser comprada por General Motors, el SZ fue esfuerzo de una agonizante empresa automotriz por
demostrarle al mundo que era capaz de mantener vivo su pasado lleno de triunfos
y glorias en las pistas de carreras.
Una pequeña empresa automotriz
italiana a la que la modernidad le tomo de sorpresa y al intentar ponerse al día,
el resultado fue más la muestra de amor de sus trabajadores, empleados,
diseñadores y ejecutivos por su empresa, que un auto con estándares modernos de
producción.
Visto así, el SZ no luce tan feo. Es, en todo caso,
el horrendo resultado de un hermoso y glorioso esfuerzo de unos cuantos hombres
que en su momento dieron todo para que una leyenda automotriz como Alfa-Romeo no dejara de existir.
Creditos:
Imegenes: Classic cars