Los 60 vieron consolidarse a
varios fabricantes de automóviles bajo la pluma de las casas de diseño
italianas.
Colin Chapman, entonces CEO de Lotus, decidió que la presencia de Lotus en la F1 debía de ser replicada en las calles con un modelo a la altura.
Si bien el radical Lotus Europa había
cimentado las bases fundamentales de la filosofía de los Lotus de producción,
su imagen ya no daba para más.