BMW ha sido
siempre una marca reconocida por sus atributos y excelencia mecánica. Aquel
slogan de “The ultimate driving machine” ha sido durante mucho tiempo una frase
muy cercana a la realidad.
En la década de los 80 del siglo pasado, BMW demostró, en un mundo dominado por sedanes genéricos, de mala calidad y de imagen decadente, que se podía tener una excelente mecánica y desempeño sobresaliente combinado con un diseño elegante, deportivo, juvenil y atractivo.
Si en
aquellos años eras un joven ejecutivo exitoso, la mejor manera de demostrarlo
al mundo era manejando un BMW.
Pero si
bien, el gusto por el diseño automotriz es una cuestión subjetiva, no podemos
separarnos de la idea de que el diseño representa la imagen aspiracional de
quien compra ese auto. De allí la importancia del mismo.
Mercedes
Benz ha tenido en los últimos años un retorno exitoso en su imagen gracias a
una filosofía de diseño propia. Atrás quedaron los Mercedes que eran la
reliquia del abuelo, o que solo servían para manejarse a ritmo de desfile.
Mercedes transformo su imagen para ser ahora el nuevo auto que representa la opción
preferida por jóvenes y no tan jóvenes y que su imagen les representa por igual
en cada una de las versiones de la marca.
BMW por su
parte, ha estado sumida en una ceguera estética la cual ha hecho que la marca
sea causa de burlas. La gente responsable del diseño de la marca allá en
Bavaria han querido vestir su derrota estética con argumentos como el “Diseño
polémico” en lugar de aceptar que van por mal camino.
Repasemos
un poco:
Serie 1: Su
más reciente modelo, además de abandonar la tracción trasera, que distinguía a
los hatchback de la marca del resto de automóviles del segmento, adopto una
imagen de perfil perdida en algún lugar entre los hatch de Volvo y KIA.
Serie 2: El
nuevo Serie 2 es la excepción. Conserva los valores de diseño dinámico pero
sobrio de generaciones anteriores del Serie 3 y no sufre del mal de la parrilla
montada en el cofre que tanto daño les ha hecho a sus hermanos de series
mayores. Estéticamente el único problema del cual adolece es el patrón de las
rejillas de sus parrillas.
El diseño
sin embargo, no pudo ser coronado debidamente debido a la confusa resolución de
la parte trasera.
Desde la
vista posterior, hay una severa dosis de líneas y volúmenes que lo hacen lucir más
como un pequeño SUV, que como un sedán. Las luces traseras, al igual que todas
las de la gama, carece de personalidad.
Serie 3:
Alguna vez considerado el mejor sedan del mundo fue mejorado por BMW al hacerlo
invisible. El Sedan de talla media estrella de la marca bávara que en algún
tiempo dominaba la vista de las calles y hacia girar miradas, tiene ahora un
diseño tan insípido, que no llama la atención. Carece de carácter. Es más
genérico que un Honda Accord de los 80.
Serie 4:
Carece del mal de la parrilla gigantesca de BMW, pero también carece de todo lo
demás.
Si el Serie
3 es invisible, el Serie 4 lo es más no solo por su imagen sino por su limitado
volumen de ventas. Tiene tantas ideas estéticas mezcladas en un solo automóvil
que no cabrían en su inmensa cajuela. El ejemplo perfecto de un auto diseñado
por un comité que no logra la cohesión estética.
Serie 5:
Cuando hablamos de tallas considerables, el Serie 5 de BMW es el mejor logrado.
Pero se esforzaron tanto por llegar al público de cierta franja del mercado que
el resultado es insaboro, inodoro e insoportablemente gris.
Es el auto perfecto
para una flota de vehículos ejecutivos. A todos les gustaría montarse en uno
pero a ninguno le gusta lo suficiente para comprar uno de ello.
Serie 6:
Tener como miembro de esta serie al Gran Turismo, ya es lo suficientemente malo
como para que sea necesario decir algo más de ello.
Serie 7:
Carro grande, parrilla enorme. Alguien en diseño de BMW imagino que un carro
con una enorme parrilla al frente y molduras en ángulos de 45 grados demostraría
seriedad y majestuosidad. Pero los ángulos
rectos, no combinan con algunas líneas suaves del diseño de sus partes
superiores. La co tunfusión estética se hace más evidente en la parte trasera, la
cual incluso en las páginas de BMW intenta ser disimulada.
Serie 8: No
tiene una parrilla enorme, pero no hace falta. Es igualmente mal integrada a la
estética frontal. Revivieron la Serie 8 solo para demostrar que el que podía
ser el retorno de la marca al buen diseño, lamentablemente el resultado es un auto que tiene las mismas carencias
estéticas de los demás modelos: Frente mal diseñado, y luces traseras que parecen
de auto japonés.
Series X:
Ya se venía arrastrando errores muy grandes de concepción de toda la gama de
SUV de BMW, pero la coronaron con la X7. Esta última es tan fea que incluso una
Cadillac Escalade luce más bonita y bien lograda. ¡Sí! Una Escalade!
Basta decir
que es tan fea, casi, como una Infiniti QX80.
Serie Z:
Para nadie es un secreto que BMW nunca ha diseñado un coupe convertible bonito.
Pero que esta generación sea la base del nuevo Toyota Supra les resta cualquier
resquicio de exclusividad.
Serie i: El Serie i3 reúne todos los males del lenguaje de diseño de BMW después de una
descarga eléctrica en este pequeño modelo.
El único
auto que merece un reconocimiento por su diseño es el i8. ¿Porque? Permítanme
darles una clave: ¡No tiene parrilla! Apenas una simulación de ella.
Conserva
además el formato del poste C que tanto distinguió al perfil de los sedanes de
la marca.
Y… ¡Voila!
No comparte el diseño de lámparas traseras de otros coches de la marca.
Es cierto
que todo el mundo se está quejando de las parrillas de BMW, y lo confirmo, son
feas, mal logradas y adaptadas en cada caso, pero esto es solo la punta del
iceberg. Las carencias estéticas son más profundas y el futuro a corto plazo no
luce muy prometedor.
No es que
todo en BMW este mal, no señor, pero nos gustaría que esa excelencia mecánica
se entregara en una envoltura más atractiva.