Durante la década de los 70 del
siglo pasado, la industria automotriz inglesa alcanzó su cenit. Jaguar vivía
aun del recuerdo de la belleza del E-Type, Rolls-Royce y Bentley se mantenían como
las marcas de más rancio prestigio, Lotus llevaba su éxito de las pistas de la
F1 a sus escasos modelos de producción, y McLaren estaba por ver sus mayores
triunfos en la F1 de la mano de Ayrton Senna sin soñar aun en comercializar vehículos
de producción, Mini era solo un recuerdo y Land-Rover basaba su éxito en ser el
nada moderno juguete todo-terreno de la Reina.
A partir de la década de los 80,
estas legendarias marcas empezaron a agonizar.