En el mundo automotriz, eres tan grande como los números que generas. Bajo este principio, algunos fabricantes han burlado a la muerte una y otra vez, priorizando la rentabilidad sobre el producto. Por otro lado, hay quienes intentan materializar el sueño de un automóvil perfecto, como Alessandro De Tomaso, pero la historia no siempre les hace justicia y terminan quedando al margen de las grandes narrativas de la industria.
De Tomaso pasó de fabricar autos de competencia a producir vehículos de serie en un lapso relativamente corto, gracias a uno de los modelos que la historia no valoró como merecía: el De Tomaso Pantera.
Concebido a finales de la década de los 60 y lanzado en 1971, el De Tomaso Pantera fue parte de una generación de automóviles que transformó el concepto de deportivo, dando origen a la categoría de auto exótico.
De Tomaso Automobili fue la empresa responsable de su desarrollo y lanzamiento. El diseño del Pantera nació en la mesa de dibujo de Thomas Tjaarda, mientras que su mecánica fue obra de Gian Paolo Dallara. Con semejantes credenciales, el Pantera era un auténtico exótico en toda la extensión de la palabra, pero el complemento definitivo llegó de la mano de Ford Motor Company.
Después del legendario desaire de Enzo Ferrari, quien, en el último minuto, decidió no vender Ferrari a Ford, la firma estadounidense buscaba una empresa italiana que le proporcionara un vehículo capaz de competir con el Corvette y convertirse en su propio GT.
Un visionario dentro de Ford y un apasionado de los Gran Turismo italianos, Lee Iacocca fue fundamental en la alianza que estaba por concretarse.
Ford tomó la decisión de adquirir participación accionaria en De Tomaso, proporcionar la mecánica para el Pantera y comercializarlo en Estados Unidos bajo el nombre Ford Pantera, a través de la red de distribuidores Lincoln-Mercury.
Además, Ford se hizo con la mayoría accionaria de la empresa y del estudio de diseño Ghia, al que, por cierto, terminó asfixiando lentamente.
A inicios de los 70, más de 4,000 unidades del GT italiano llegaron a Estados Unidos. Sin embargo, su arribo coincidió con el inicio de la primera crisis petrolera, afectando su comercialización. Para 1973, en su segundo año en el mercado, las ventas se desplomaron debido a que este pequeño deportivo montaba un motor Ford 5.8L Cleveland, con cerca de 300 bhp en posición central. Su alto consumo y prestaciones limitadas no lograron convencer a un público estadounidense que, en ese momento, solo veía al Corvette como el verdadero biplaza deportivo.
Ante el fracaso comercial, Ford abandonó la ecuación, y el Pantera retomó su apellido original como De Tomaso, continuando su producción en volúmenes limitados.
El diseño del Pantera permaneció prácticamente intacto hasta 1990, cuando Marcello Gandini, responsable de modelos icónicos como el Miura, Countach y Diablo de Lamborghini, modificó su estética. Esta versión sería la última del ítalo-americano antes de que cesara su producción, ya de por sí muy reducida.
Sin embargo, el toque de Gandini en el Pantera terminó siendo una copia al carbón de lo visto en el Countach. En lugar de realzar su esencia, lo perdió bajo una avalancha de ventilas, alerones y parrillas, que no lograron el mismo efecto elegante que sí consiguió en los diseños de Lamborghini.
El De Tomaso Pantera sufrió no solo por su carácter temperamental, típico de los deportivos italianos, sino también porque el público estadounidense no lo identificaba con Ford.
Incluso Elvis Presley, en un arranque de furia, descargó su pistola contra su propio Pantera, frustrado porque el auto se negaba a arrancar. En Italia, los deportivos siempre han sido objetos de culto, mientras que en Estados Unidos el mercado favorecía vehículos más prácticos y confiables, como el Corvette o el Mustang.
Desde el punto de vista estético, el Pantera tenía la imagen característica de los exóticos de su época. Su parrilla baja y disimulada en el frontal inferior le permitía adoptar la clásica forma de cuña en ángulo agudo. Sin embargo, sus puertas eran de un diseño simple y cuadrado, carentes del dinamismo que sugería su perfil, con apenas una línea de carácter longitudinal que definía su vista lateral.
Si hubiera contado con un parabrisas más inclinado y si sus puertas hubieran seguido el corte de la ventanilla trasera, su imagen habría permanecido vigente por más tiempo.
Como en todo deportivo italiano, la personalidad y fuerza del diseño del Pantera emergían desde sus costados traseros.
Estos volúmenes adquieren altura justo detrás de las ventanas delanteras, con diminutas ventanillas traseras angulares, enmarcadas por parrillas de ventilación que reflejaban la influencia del Miura de Lamborghini, una clara tendencia de la época.
Las líneas descienden suavemente hacia la parte trasera en una trayectoria recta y fluida, marcando la división entre el costado y la tapa del motor, una solución tan elegante como práctica.
Como otros deportivos de su era, sus luces traseras eran simples rectángulos tricolores, de diseño funcional y apariencia básica.
En 20 años (1971-1991), se comercializaron poco más de 7,000 unidades del Pantera alrededor del mundo. Pero lo que realmente definió a este modelo no fueron sus cifras, sino su imagen, su actitud y su presencia: retadora, rebelde e irreverente.
Desde su desaparición, ha habido incontables conceptos e intentos por actualizar el modelo y su nameplate, pero la esencia del Pantera quedó marcada por su tiempo, siendo tan representativa de su época como su propia naturaleza.
En nuestra opinión, el Pantera debe conservarse en el lugar de honor que los conocedores le han reservado y, como sucede con otros clásicos, recordarse en toda su gloria.